23.1.08

No sé tocar la ar, Mónica


La madre de Mónica intentó, durante años, ocultar a todos que su hija era autista.
-Esto explica porqué lleva catorce años repitiendo quinto de E.G.B.- dijo su padre cuando se enteró de la noticia.
Es curioso que durante treinta años nadie se diera cuenta de su enfermedad, ya que Mónica sólo podía articular éstas palabras: Melatonina etíope; lo cual no llamó la atención de sus amigos de la infancia (que la encontraban muy ingeniosa), pero sí cuando contestaba al teléfono.
Por lo visto Mónica sufrió un shock cuando, a la edad de setenta y ocho meses /unas quinientas ochenta y cinco semanas aproximadamente), descubrió a su vecino violando y asesinando a su radiador (aquél se libró de la carcel por ser cuñado de Eros Ramazotti).
Mónica fue trasladada a un internado para personas autistas, donde hizo pandilla con el autista de Hamelín, con San Juan Autista, con Conchita Autista y con un dentista-artista.
Allí también conoció a Chalet, un afroamericano de edad media que se ofuscó al descubrir que su glándula pituitaria estaba hecha de fibra de amianto, lo que le provocó una parálisis cerebral y una extraña enfermedad que le hizo volverse alvino. Pero al pana, pan; y al vino, alvino.
Lo de Chalet y Mónica fue un flechazo, que le atravesó el corazón a ésta. Mientras Mónica se desangraba por la herida, la torpe voz del paralítico-cerebral-negrata de Chalet pedía su mano en matrimonio, a lo que Mónica contestó: Melatonina etíope.
Chalet no sabía muy bien cómo interpretar éste mensaje. Por un lado, la escasez de melatonina en su organismo fue lo que le provocó el alvinismo; y por otro, sus padres eran etíopes
Chalet también era consciente de su enfermedad, por lo que sabía que todo lo que pudiera pasarle por la cabeza era susceptible de ser una completa gilipollez. Además era negro (alvino, pero negro).
En su lecho de muerte, Mónica coge la mano de su amado y le dice: “los cumpleaños dejan de ser una celebración cuando estás muerto”. En ese instante, mientras Mónica cerraba sus ojos y perdía el pulso sobre un charco de sangre, Chalet comprendió el mensaje: Debía mudarse a El Egido e invertir en Fondos del Tesoro.
Una vez en El Egido le arrancaron los ojos y se quedó sordo por una explosión bajo sus pies. No obstante sus inversiones le dieron un beneficio del quinientos por cien en dos semanas.
Durante muchos años Chalet tuvo un sexto sentido para los negocios a pesar de faltarle el sentido de la vista, el del olfato, el auditivo y el sentido común, que también perdió cuando invirtió toda su fortuna en una fábrica de insecticidas para zurdos.

No hay comentarios: