1.2.08

Es Pais

Érase una vez un alemán llamado Sven. A la edad de 24 años, a Sven le ocurrió algo tan doloroso como surrealista: le comió la lengua un gato. Nunca pudo volver a hablar. Cuando volvió al trabajo después del accidente, su jefe, al ver que Sven no articulaba palabra, le dijo: “¿Qué te ocurre?, ¿Te ha comido la lengua un gato?”. Sven, que no daba crédito a que su jefe hubiera adivinado un incidente tan inusual, sufrió un infarto.
Al despertar en el hospital, a Sven le invadió una duda: ¿Pertenecerá alguna vez Jaime de Marichalar a las Spice Girls?, lo que le mantuvo en cama tres meses más y le atormentaría el resto de su vida.
Cuando salió del hospital, brillaba un día soleado, lo cual es extraño si eres un hombre atormentado.
Sven pensó que, siendo mudo, su vida tendría que dar un giro de 74 grados, así que se mudó a Bélgica y se puso a trabajar en la candidatura de Papá Noel para las elecciones legislativas belgas, lo que le planteó nuevas preguntas: “Si más vale maña que fuerza… por qué no se celebra el día de las mañas armadas?”, a lo que llegó a ésta conclusión: “todas las zaragozanas están cachas”.
Cuando las elecciones estaban a la vuelta de la esquina, Papá Noel tomó a Sven por el brazo y le dijo: “Te voy a ser franco, o mejor, napoleón: no soy un buen político; en realidad soy una mandarina disfrazada”.
Por la noche, a Sven le atormentaban pesadillas en las que aparecía el gato que le comió la lengua, así que decidió buscarle para ir juntos al psiquiatra, que llegó a la siguiente conclusión: “Sven, su gato, aunque de pura raza siamesa, es gay, y usted le obligó a hacer de semental, pero con yeguas, lo que le traumatiza enormemente y sufrió un ataque de esquizofrenia contra usted”.
No sé cómo acabar la historia.
A Sven le tocó un pleno al quince en la quiniela y se compró el posavasos de piedra pirita más grande de Europa.

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